Los vehículos autónomos, las casas inteligentes e incluso las ciudades interconectadas de forma segura y efectiva (Connected Smart Cities) son algunos de los avances recientes que fascinan a los ciudadanos, administradores y tomadores de decisiones en los sectores público y privado. Además del enorme potencial para transformar áreas como la movilidad, la seguridad y la sostenibilidad urbana, estas nuevas tecnologías apuntan a una importante reformulación de cómo se desarrollarán softwares, servicios y aplicaciones que estarán disponibles al público.

El Edge Computing es una innovación que analiza y procesa gran cantidad de datos para el usuario final. Agilidad, flexibilidad y asertividad son sus principales características que, según datos recientes de IDC, alcanza inversiones de US$ 208 mil millones en todo el mundo.

Tanto el sector privado como el público deben planificar para el futuro y  conocer de antemano el alcance, las estrategias y, sobre todo, el costo de las implementaciones en sus ecosistemas. De acuerdo a Forrester, invertir en tecnologías de Edge, en Internet de las Cosas (IoT), en Machine Learning (ML)  y en Inteligencia Artificial (IA) mejorará la vida en las metrópolis y transformará la vida cotidiana en el campo. La reducción de las tasas de desempleo, el aumento de la productividad en las cosechas, la mejora en la infraestructura y el incremento de la seguridad de los datos confidenciales dentro de las redes públicas se encuentran entre los beneficios directos de estas inversiones tecnológicas y culturales.

Si se aplica correctamente, el Edge Computing tiene el potencial de transformar la vida de los consumidores, ciudadanos y funcionarios gubernamentales en un abrir y cerrar de ojos. Un ejemplo de esta tecnología disruptiva fueron los efectos producidos en Estocolmo, la capital sueca y líder en términos de Ciudad Inteligente por el proyecto europeo GrowSmarter. Allí se implementaron diferentes metodologías digitales para el almacenamiento, análisis y uso de datos en beneficio de la población. Estas innovaciones basadas en datos permiten que la ciudad tenga un tráfico dinámico y un sistema de transporte urbano, centrales eléctricas semiautomáticas y servicios públicos de última generación, como agua, electricidad, recolección de basura y Wi-Fi, sin intervención humana directa, es decir, de forma autónoma.

Así, una ciudad inteligente no es aquella que cuenta con estructuras físicas robustas, dentro del Edge y con soluciones en la nube de última generación, sino aquella que se desarrolla a través de un ecosistema de mando integrado, que implica, hardware, software y, sobre todo, el ingenio humano para operar, automatizar y supervisar estos emprendimientos.

El código abierto acorta el camino del viaje digital

Edge computing, internet de las cosas, aprendizaje automático y IA son fundamentales en las ciudades inteligentes que están basadas en aplicaciones open source, que además de ser las más rentables del mercado son las mejores para apoyar estrategias de vanguardia.

No solo las ciudades deben ser inteligentes. Construir entornos digitales que puedan ser cada vez más autosuficientes para prospectar, desarrollar e involucrar activamente a nuevos agentes será uno de los requisitos para optimizar los equipos y para que los socios, consumidores y ciudadanos puedan depositar sus expectativas y contribuir con sus opiniones y percepciones.

Los caminos del siglo XXI a través de la era digital pueden ser tortuosos y traicioneros, sin embargo si transitamos el camino de la tecnología, de la innovación, de la ciencia y de la cooperación no estaremos solos.