El doble rol del auditor en la era de la inteligencia artificial

Por José Antonio Lagos, CEO de Cybertrust Latam.

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Jose Antonio Lagos

En la era de la inteligencia artificial (IA), la auditoría interna enfrenta un cambio de paradigma que desafía sus fundamentos tradicionales. La irrupción de tecnologías cognitivas no solo transforma los procesos que audita, sino que también redefine la forma en que se audita. Esta nueva realidad exige que el auditor adopte un doble rol simultáneo: como evaluador de sistemas de IA (objeto de auditoría) y como usuario estratégico de herramientas de IA (herramienta de auditoría). En este contexto, el desarrollo de nuevas habilidades se vuelve imperativo para asegurar la efectividad, independencia y relevancia de la función de auditoría.

Tradicionalmente, el auditor ha sido reconocido por su conocimiento normativo, su enfoque sistemático y su juicio profesional. Sin embargo, en la actualidad, estas competencias, si bien siguen siendo necesarias, resultan insuficientes. Para auditar la IA -entendida como un sistema dinámico y probabilístico- el auditor debe dominar un conjunto de habilidades técnicas, éticas y estratégicas que le permitan comprender su funcionamiento, evaluar sus riesgos y, al mismo tiempo, aprovechar su potencial para enriquecer el proceso auditor.

Este nuevo perfil profesional no requiere que el auditor se convierta en programador (aunque sería ideal), pero sí que desarrolle una alfabetización digital avanzada, entienda la lógica de los algoritmos, y sepa interactuar con equipos multidisciplinarios, desde científicos de datos hasta expertos legales en privacidad y ética.

Uno de los pilares para ejercer este doble rol es la comprensión funcional de la IA. El auditor debe conocer cómo se entrena un modelo, qué implica el sesgo algorítmico, qué es una IA explicable (explainable AI) y cómo se valida la precisión y robustez de los sistemas.

Además, la alfabetización en datos se vuelve crítica: saber interpretar estructuras de datos, cuestionar la calidad de las fuentes, y comprender cómo se utilizan los datos en la toma de decisiones automatizadas. El auditor debe poder leer un modelo como quien lee un balance financiero: con comprensión y escepticismo profesional.

Por otro lado, debe estar familiarizado con herramientas digitales, que permiten automatizar tareas, analizar información en tiempo real y generar alertas tempranas. Estas herramientas transforman al auditor en un profesional más productivo, capaz de ampliar su cobertura y profundidad sin sacrificar calidad.

La IA plantea riesgos inéditos que exigen una sensibilidad ética reforzada. El auditor debe estar preparado para identificar problemas de equidad, transparencia y uso indebido de sistemas inteligentes. Esto requiere competencias en ética digital, así como conocimiento de marcos normativos emergentes (como la propuesta de Reglamento de IA de la Unión Europea o guías de auditoría de IA emitidas por organismos como el IIA o la OECD).

La función de auditoría, como tercera línea de defensa, debe ejercer un rol vigilante, especialmente en relación con la gobernanza del ciclo de vida de los modelos: desde su diseño hasta su monitoreo y eventual retiro. En este sentido, se vuelve necesario incorporar conceptos como AI TRiSM (gestión de confianza, riesgos y seguridad de la IA) en las matrices de control.

Más allá del conocimiento técnico, el auditor del futuro debe ser un profesional estratégico, capaz de dialogar con la alta dirección sobre los riesgos y oportunidades de la IA. Requiere pensamiento sistémico, visión de impacto organizacional y capacidad de traducir hallazgos complejos en recomendaciones claras y accionables.

También se requiere curiosidad digital y una mentalidad de aprendizaje continuo. El entorno tecnológico es volátil y la capacidad de adaptación será un diferenciador clave entre los auditores que lideren la transformación y aquellos que queden rezagados.

El doble rol de la IA en auditoría -como objeto y herramienta- no es solo un reto técnico, sino un desafío de evolución profesional. El auditor que desee mantenerse vigente deberá cultivar un nuevo set de habilidades que le permita navegar la complejidad algorítmica sin perder su esencia crítica, ética y estratégica. La auditoría del futuro será tan inteligente como lo sean sus auditores.

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