En octubre se conmemoró el legado de Ada Lovelace y es una oportunidad para reflexionar no solo acerca de las contribuciones históricas de las mujeres a la ciencia y la tecnología, sino también el rol crucial que desempeñan en la industria y la academia abordando áreas clave de desarrollo como la ingeniería y las matemáticas.
Ada, quien desde joven dedicó su vida a la innovación tecnológica y hoy es reconocida como la primera programadora de la historia, realizó importantes aportes a la evolución de la tecnología tal y como la conocemos. Fue la primera persona en desarrollar un programa para la máquina analítica de Charles Babbage. Además de imaginar un equipo que fuera capaz de procesar datos y resolver operaciones matemáticas, también visualizó un futuro en el que la tecnología serviría como impulsor de la evolución y adaptabilidad humana. Y es este espíritu visionario el que nos ha inspirado desde la infancia y el que nos impulsa diariamente a hacer tecnología con propósito que cambie la vida de las personas.
Pero para que la tecnología transforme economías, vidas y realidades, es importante que el acceso a ella sea equitativo y desde muy temprana edad. Según el Foro Económico Mundial, para llenar las más de 97 millones de vacantes que surgirán en 2025 asociadas a las habilidades STEAM, es vital impulsar a las niñas y adolescentes para que elijan este tipo de profesiones. Este compromiso de acompañamiento y guía en la elección de carrera es fundamental ya que la UNESCO reporta que solo el 35% de las mujeres avanza en ese tipo de estudio superior.
En Argentina, la gran mayoría de estudiantes universitarios son mujeres, sin embargo, representan tan solo el 34% del total de los que optan por carreras STEM y el 17% de los que se abocan a la programación. En Latinoamérica y Caribe, el 34,6% corresponde a mujeres que eligieron como profesión la ingeniería, las matemáticas, la ciencia y la tecnología. Con este panorama, sin lugar a duda, enfocarse en las niñas y adolescentes no es una opción, es una obligación para perfilar un mañana más competitivo.
En mi experiencia como líder de equipos interdisciplinarios, las mujeres enriquecen con talento, experiencia y nuevas perspectivas en la forma en que llevamos adelante los proyectos. Son motores de innovación, investigación y creatividad; aportando también una mejora en la resolución de conflictos, a la vez que se fomenta una cultura más inclusiva y colaborativa. Esta dinámica de trabajo la asocio a la huella que dejó Lovelace, donde no se trata solo de hardware y software, o las denominadas hard skills, sino cómo estos elementos unidos al liderazgo, compañerismo, escucha activa, flexibilidad, pensamiento crítico, entre muchas más, pueden transformar la sociedad, las economías, los modelos de negocio y las industrias.
Esta perspectiva es eje de los proyectos en los que trabajamos, los cuales pueden abarcar desde la gestión energética hasta la automatización y digitalización industrial, aprovechando el talento humano, la diversidad y el conocimiento para transformar y mejorar de manera continua. Teniendo siempre presente que para que las oportunidades que ofrece la innovación tecnológica se puedan aprovechar y optimizar, el enfoque debe estar en operaciones sustentables donde el mundo real y el digital convivan, se retroalimenten y nos permitan construir un futuro más eficiente, conectado e inteligente para todos.